Esta semana, el Papa Francisco dio a conocer la encíclica Fratelli Tutti, un documento de particular importancia que hace un cuestionamiento profundo acerca de la globalización, el capitalismo financiero, y la concentración de las riquezas mundiales en pocas manos.
El Sumo Pontífice expresa su preocupación por los excluidos y propone rescatar el concepto de hermandad entre las personas y de la vida en comunidad frente a un mundo donde los seres humanos se encuentran cada vez más aislados y encerrados en la virtualidad. Para hablar de todo esto nos comunicamos con Washington Uranga, periodista, docente e investigador que tiene un amplio conocimiento de los temas relacionados con la Iglesia Católica y las religiones.
Uranga destaca la importancia de la encíclica, que supera a lo que es estrictamente un documento eclesial. “Lo que hace el Papa es hablar para la sociedad. Dice que recoge las opiniones de muchos y muchas con quienes viene dialogando a lo largo del tiempo. Tiene una particularidad: escribe en primera persona, expresa su propia experiencia y su propia mirada sobre el mundo. Jorge Bergoglio construyó un lugar de liderazgo mundial sobre la base de una vinculación con las creencias religiosas. En el texto alude a conversaciones con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb y otros referentes religiosos. Analiza la situación del mundo en todos sus aspectos, habla sobre la persona, los vínculos humanos, las relaciones internacionales, la política, la gobernanza global, y lo hace desde la convicción de que los dirigentes religiosos tienen mucho para aportar. En un momento en que se habla de una crisis de la política, él la rescata”.
El periodista señala una mirada muy crítica del individualismo, Francisco dice que no contribuye a la construcción colectiva. Lo mismo opina respecto al neoliberalismo, que ensalza en individualismo por encima de cualquier otra cosa. “Abandona una postura de ‘soy un líder religioso y como tal no me puedo meter en la política’. Ingresa en ella y en la cuestión económica. Habla de la injusticia, de la deuda externa ilegítima, de la necesidad de construir gobernanza global.”
“La encíclica opone el concepto de populismo con la noción de pueblo”, continúa. “Dice que hay un intento de hacer desaparecer del lenguaje la palabra ‘pueblo’, algo que, advierte, podría traer como consecuencia a eliminar la palabra ‘democracia’ si entendemos a ésta como el gobierno del pueblo. Destaca que hay fenómenos sociales que necesitan articular la mayoría. Entonces, dice que hay que rescatar el sentido del pueblo y el adjetivo de lo popular.”
Ante la pregunta acerca de si hay un aire jauretchiano en la valorización que hace la encíclica de la cultura local frente al intento de sustituirla por un símil global, Uranga observa: “Eso tiene que ver con las raíces políticas y culturales de Bergoglio. Jauretche es una fuente en la que él abrevó y que nunca negó. Siempre lo asumió como una riqueza para la propia cultura. No nos olvidemos que además de ser hijo de la Argentina es jesuita, y por lo tanto, de muchas lecturas y mucha reflexión acerca de los textos a los que se ha ido acercando.”
El investigador señala que en la encíclica hay todo un capítulo dedicado a la comunicación, lo que es muy significativo en un documento de este tipo. “Hace una crítica muy fuerte a una sociedad que comunica sin comunicar, que aísla, que no reconoce el derecho a la comunicación. Me tomo la libertad de decir que es un texto que podríamos firmar muchos de nosotros cuando discutimos cuestiones vinculadas al derecho a la comunicación y su democratización. Es sorprendente que aparezca un texto así en un documento pontificio. Es un análisis muy certero, directo, muy al grano de lo que está pasando en la comunicación en el mundo.”
Uranga considera que, aunque Francisco juega un papel muy importante en la Iglesia Católica y en otros espacios religiosos, también tiene muchas resistencias, incluso en la Argentina. “En la encíclica hay una mirada política, sobre el ser humano, sobre la persona, una discusión acerca de cómo entender el mundo. Estoy seguro de que algunos van a tomar una parte y otros, otra. Los documentos pontificios sirven para justificar posiciones encontradas. Creo que va a tener influencia en la vida de la iglesia y las comunidades, pero tampoco me haría muchas ilusiones. Las consecuencias no se verán de inmediato sino, quizás, en 20, 30 o 40 años.”
Por último, el periodista destaca otros aspectos de la encíclica: “Esta idea de ‘nadie se salva sólo’, pero no solamente en términos personales, sino en términos de comunidad y de Estado. Cuando habla de gobernanza global, propone reformar el sistema internacional, porque así como está no sirve para mejorar las condiciones de vida de los pueblos. Algo que echo de menos, aunque aparece en algunas partes, es una mención más expresa a los derechos de la mujer y la necesidad de rescatar su papel en el mundo. Lo menciona, pero quizás, por la coyuntura en el mundo, hubiera requerido un capítulo especial para hablar de esto”, pondera.