Por: Mara Pedrazzoli, economista del depto de Economía Política del CCC, que inagura la sección de Economía Política.
Esta semana leí un texto de Luiz Carlos Bresser-Pereira publicado recientemente en la Revista de la Cepal. Hablaba de diferentes modelos de estado desarrollista en el mundo y un cambio en la conceptualización más reciente. En la década de 1950, politólogos y economistas brasileños definían al “desarrollismo” como un conjunto de ideas políticas y estrategias económicas que impulsaban la rápida industrialización de Brasil.
El desarrollismo es ante todo un fenómeno histórico. En su último trabajo Bresser Pereira menciona cuatro modelos de aquel. El central original ocurrió durante el mercantilismo, la alianza de clases entre el monarca, su nobleza y la numerosa burguesía que surgía centró su atención en expandir los mercados, mediante guerras o anexo de países. El modelo central tardío transcurrió en la segunda mitad del siglo XIX, la protección del mercado interno mediante altos aranceles fue la estrategia central para la industrialización en la Alemania de Bismarck y los Estados Unidos. Por otro lado, el modelo periférico independiente tenía como protagonista a Japón tras la restauración Meiji de 1868, con un rol fuerte del Estado que controlaba la industrialización y luego el proceso de privatizaciones –que no tuvo un sesgo ideológico; otros países asiáticos copiaron ese modelo centrado en la planificación estatal de los sectores no competitivos. El modelo periférico dependiente permitió el desarrollo de países como México y Brasil, pero no pudieron mantener tasas de crecimiento rápidas luego de 1980 tras las crisis por el excesivo endeudamiento externo.
Analizando el último modelo, en un trabajo de 2016, nuestro autor acuñó el término de “nuevo desarrollismo”, el cual reserva un lugar secundario para la industrialización y sostiene que, en los países en desarrollo principalmente, el mercado es incapaz de fijar cinco precios macroeconómicos “correctos”: i) una tasa de interés baja, ii) un tipo de cambio equilibrado, que doten de competitividad a las empresas que usen tecnología de avanzada, iii) sueldos que aumenten a la par de la productividad, iv) una inflación estable, y v) una tasa de ganancia satisfactoria que lleve a las industrias a invertir. Es una agenda centrada en la macroeconomía, a diferencia de los modelos de estado desarrollista referidos anteriormente.
Con arreglo a la dicotomía estado-mercado, el nuevo desarrollismo entiende que el último es una excelente institución para coordinar las actividades económicas competitivas, pero es incapaz de hacerlo con las actividades no competitivas. Allí debe intervenir el Estado de manera moderada, vigilando por mantener limitados los déficits presupuestarios y de cuenta corriente. También debe ayudar a fijar el nivel “correcto” de los cinco precios macroeconómicos: en especial, el tipo de cambio.
El Estado es la institución fundamental de las sociedades modernas, su papel es el de regular a las economías capitalistas para lo cual adquiere dos formas básicas: la liberal y la desarrollista. La primera se limita a garantizar los derechos de propiedad, estabilizar la moneda nacional y mantener saneadas las finanzas públicas. Se opone al fenómeno conocido como “populismo fiscal”, a raíz del cual el Estado acumula grandes déficits públicos con el objetivo de incrementar el nivel de ingresos de las personas –sin el necesario aumento de la producción. Por otro lado, se encuentra el “populismo de tipo de cambio”, que según Bresser Pereira es aquel en el que suelen incurrir los estados liberales, propendiendo a generar grandes déficits de cuenta corriente a través del incentivo al consumo y al endeudamiento externo.
Una moderada intervención en el mercado para coordinar los sectores no competitivos de la economía, es decir, aquellos que no se desarrollan dado el nivel de precios corriente. Una política macroeconómica activa que permita ubicar “correctamente” los cinco precios referidos, en especial el tipo de cambio. Y una alianza de clases que favorezca la inversión e innovación en el sector privado, donde la importación de tecnología pueda separarse de la asociación con el capital extranjero. Son algunos rasgos del nuevo desarrollismo.
Otros aún no han sido escritos. Los debates de la semana pasada en la cámara baja, que conllevaron la media sanción de la ley de góndolas y de alquiler, más allá de sus limitaciones, abren el camino hacia la regulación de dos sectores importantes en nuestra economía. Al igual que los controles de capitales: son los primeros pasos de un camino largo que incluya la renovación de la doctrina económica del desarrollismo en el siglo XXI.