Silvia Ayala, trabajadora de Mielcita y Naranjú, la empresa que cerró y ahora vuelve a producir como cooperativa, luego de más de dos meses de ocupar la fábrica tras el abandono y fuga sin pagar salarios del último empresario, las trabajadoras y trabajadores decidieron poner en marcha las máquinas.
“Estamos tratando de que esto se haga realidad y podamos ser una cooperativa con el manejo de su trabajo. El 11 de julio fue la última audiencia en la secretaría de trabajo, no recibimos ninguna noticia de la patronal y se decidió permanecer en la fábrica. Hace un mes atrás vino un Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas y vimos una luz de esperanza: empezamos a averiguar, a hacer papeles, estamos esperando respuesta de la AFIP para que empecemos a operar como cooperativa. Somos 66 mujeres y 22 hombres, 88 familias. Estamos sobreviviendo, aguantando. Es muy difícil, hicimos festivales, parrillas, y tenemos el apoyo de nuestras familias que nos están acompañando”.