"Cada uno de estos programas tiene como punto de partida un interrogante: ¿Qué voy a compartir hoy con mis queridos oyentes? ¿Qué territorios de la novela negra transitaremos juntos? A veces, la respuesta surge de manera espontánea, otras, requiere cierta reflexión, explorar en los recuerdos, navegar por la web, o hacer un recorrido por los estantes de mi biblioteca. Esa última opción significa conectar con la memoria de lecturas, realizadas tal vez, hace lustros, que sin embargo dejaron huellas, a veces muy claras, y otras difusas, casi sensaciones. Justamente, de esa manera surgió este capítulo. Estaba hojeando un par de libros leídos hace muchos años, cuando me di cuenta de que la mayoría de los capítulos son sobre escritores que han desarrollado una obra cuantiosa. Pero también existen autores valiosos, no tan prolíficos que han creado obras únicas o casi únicas, que son interesantes por si mismas aunque no formen parte de un corpus mayor. En ocasiones se trata de libros excelentes, o muy buenos, aunque sus autores no volvieron a escribir, o no tuvieron la suerte de publicar, más allá de ese único texto. De esta manera me di cuenta que existía la posibilidad de hacer capítulos, sobre esas novelas singulares, muchas veces olvidadas, que sin lugar a duda vale la pena leer y compartir, pero que suelen tener muy poca difusión, quedan postergadas en la injusta neblina del olvido. Obviamente, la pérdida no es sólo para la memoria de esos libros y sus autores, sino para los lectores, que no tienen la oportunidad de conocerlas. Por eso, este capítulo 65 de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a dos novelas de detectives, una excelente, “Agosto adverso”, de Daniel Hearn; la otra, muy buena, un ejercicio de estilo muy entretenido,“Tócala otra vez”, de Stephen Humphrey Bogart." Gabriel M.Wainstein