La semana pasada, un hecho particular de violencia, el caso del jubilado que mató al ladrón, ocupó el centro de las agendas periodísticas con horas de debate en radios, canales de televisión redes y un amplio espacio en los medios gráficos. Esta operación pone en evidencia la manera en que los conglomerados hegemónicos determinan una agenda periodística que siguen la mayoría de los medios, inclusive los que no responden a los mismos intereses económicos y políticos,
La pregunta que surge entonces no tiene que ver con la inocencia o culpabilidad del jubilado, ni siquiera con la legitimidad de la violencia por mano propia, sino cuáles son los criterios que determinan lo que se discute en la esfera pública.
Respecto a este tema, la periodista observa: “Es bastante complejo. Antes, se limitaba a radio, televisión y gráfica y, en caso que se tratara de un delito, a la sección de policiales, Hoy, además de los tradicionales, tenemos portales, redes y, por supuesto, las corporaciones mediáticas que hegemonizan la línea discursiva. El agravante es que, además de imponer una definición sobre un tema, se apela cada vez más a las emociones primarias. Esto se profundiza con la articulación entre medios, redes y los comentarios de lectores. Se genera un combo muy difícil de desarmar. Se termina debatiendo lo que una corporación con intereses políticos económicos quiere que discutas,”
“La discusión es si los medios que no son corporativos deben discutir esa agenda o instalar una propia. Creo que ni una cosa ni la otra, no se les puede regalar los temas que ellos imponen, pero también hay que instalar agenda. Hace poco leí en un informe de Aruguete – Calvo sobre el caso de Santiago Maldonado que el trabajo en redes obligó a los medios, fundamentalmente Clarín, a tener que hablar del tema. Por otro lado hay una cuestión que tiene que ver con el Estado como generador de debates. Las personas forman su sentido común, sus lógicas, su cultura, muy imbuidas por los medios, las redes y las industrias del espectáculo Estos no son inocentes y marcan determinadas pautas sociales y de conducta. En la medida que haya un Estado presente que marque líneas de debate, que dispute sentido. Cuando los medios y las redes marcan prácticas o conductas que acentúan la virulencia y la violencia, es muy es muy importante el rol del Estado: en la medida en que abre debates y toma posicionamientos claros, introduce ejes para que las personas puedan cotejar cuando las agendas mediáticas los apabullan”, reflexiona.
Holgado se refiere también al discurso del odio y la instalación en la agenda de la inseguridad: “Si uno se remite a los años ’30, ’40 y, especialmente después del surgimiento del peronismo, el discurso del odio fue siempre la estrategia histórica de los sectores de poder. Lo que habría que revisar es por qué prende en la sociedad. En cuanto a la inseguridad, a veces se cae en dos errores: minimizarla y negarla o exacerbarla. La inseguridad, como en cualquier sociedad desigual es una realidad. Ahora, los medios que promueven el discurso del odio, entran por el lado de la inseguridad y el delito, porque es lo que les permite trabajar las emociones primarias. La pregunta es qué acciones se toman para enfrentar ese discurso. Hace poco leí otro informe que mostraba que las instituciones que menos credibilidad tenían eran la policía y la justicia. Hay datos reales y otros exacerbados por desde estructuras mediáticas que responden a intereses políticos y económicos. Venimos de cuatro años donde la ex ministra Patricia Bullrich exacerbaba ese discurso primario.”
En cuanto a la necesidad de que el gobierno desarrolle estrategias para abordar la disputa de sentido, Holgado lo considera indispensable. “Debe desarrollarlas. Con el tema de la inseguridad, lo que está en discusión es el rol del Estado. Los números mostraban que con la cuarentena bajó o no aumentó el delito. Lo que se incrementó es la violencia entre familiares y vecinos, y ahí está claramente la presencia de los medios. A mayor presencia del Estado y lo público por sobre las estructuras de poder económicas se puede dar ese debate. Sin embargo es más peligroso, ya que ese poder fáctico, en la medida que lo público avanza, se pone más reactivo y virulento. Creo que cuando pase la etapa de la pandemia, Alberto tendrá un capital simbólico muy fuerte para dar una disputa y un debate que nos debemos como sociedad. El aumento de la violencia y de la agresión habla de una sociedad que es bombardeada y fogoneada todo el tiempo con discursos violentos e individualistas que apelan a las emociones primarias. A estas se debería oponer la capacidad de razonar y dialogar pero esa no es la lógica de los medios. Hace 30 años que un diario mintiera se consideraba gravísimo, hoy, está naturalizado. No se distingue entre realidad y ficción y, en el mar de la confusión, todo es válido”, concluye.