En las últimas semanas, una parte importante de la oposición política y mediática ha escalado su violencia discursiva recurriendo al odio como elemento central de un accionar buscar desestabilizar o acorralar al gobierno de Alberto Fernández.
Para reflexionar acerca de este tema nos comunicamos con Luis Lázzaro, periodista, docente universitario, uno de los principales impulsores de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que actualmente es el Director General de Relaciones Institucionales del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM).
“No se puede separar el contenido de las condiciones de producción y distribución de los discursos. Los procesos de concentración de la propiedad de los medios de comunicación, en concurrencia con la convergencia tecnológica, han generado polos de producción y distribución de contenidos mucho más relevantes que los que teníamos cuando se planteó como debate la democratización de la comunicación”, reflexiona.
“Hay problemas que tienen que ver con un análisis cualitativo, respecto a qué dicen ciertos discursos, que tienen que ver con el odio, la grieta, el negacionismo; y otros que tienen que ver con lo cuantitativo y con los formatos de concentración simultánea, horizontal y vertical, de estructuras que producen contenidos. Por lo tanto no es sólo un debate teórico – intelectual sino también acerca de qué posibilidades tienen otros discursos de circular con una fuerza parecida o que proporcionalmente pueda incidir en el debate social”, analiza.
El periodista continúa: “Hay que entender que hay una producción discursiva que tiene un claro sentido político desestabilizador y de acorralamiento de posiciones del gobierno, que se vincula a ciertos intereses económicos donde es tan importante la agenda de lo que se dice, como la que se recorta, Lo que se silencia, a veces es tan o más importante que lo que se habla. Lamentablemente se ha producido un acostumbramiento a un tipo de construcción de la realidad en el formato periodístico donde es mucho más importante la opinión o la postura personal de los conductores que la información.”
En esta problemática incluye la manera de tratar lo relacionado a la pandemia. “Me parece grave la banalización de la enfermedad. Desde el comienzo se le trató de negar una presencia integral en todas los dificultades sociales, económicas, educativas, políticas y sanitarias del país, las problemáticas aparecen presentadas como cuestiones del gobierno de turno, como si no tuviera un antes que explican buena parte de las cosas que fracasan en la gestión del Estado a la hora de enfrentar una situación que está poniendo en jaque a todo el mundo. Opera entonces una amnesia selectiva. Rescato el esfuerzo que hace el Presidente por establecer una comunicación directa con el ciudadano porque me parece que es la única oportunidad de sortear estos obstáculos comunicativos e interferencias de sentido para que el público pueda acceder a una fuente directa, oficial y responsable respecto de la información”
En cuanto a la posibilidad de enfrentar estos discursos y modalidades informativas, Lázzaro considera que hay un problema de escala y potencia. “No hay una simetría entre dos discursos que podrían ser parte del debate. No negamos la posibilidad de que los grupos económicos tengan posibilidades de expresión pero, el resto de los actores sociales, los trabajadores, los desocupados, los estudiantes, el sector público, las PyMES, no disponen de recursos para intervenir en esa discusión con una fuerza que convierta a eso en un debate real. Lo que termina por suceder es que suele responder a ciertas provocaciones: El agrávate es que a esta propuesta de profundización de la grieta y construcción de escenarios descalificadores hacia los gobiernos democráticos, se suma una retórica que infantiliza toda la discusión. La libertad de expresión es un derecho de doble vía: El derecho individual de quién emite y el colectivo de escuchar no sólo esa voz poderosa sino todas las voces. A partir de muchas de las ideas y propuestas que surgen de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se puede avanzar en una distribución más equitativa de la palabra. No se puede omitir el acceso y la posibilidad de expresarse a través de Internet. En esa medida es posible avanzar en políticas públicas que combinen la presencia del sector PyME, comunitario, cooperativo, las radios universitarias, un conjunto que ha venido reclamando en los últimos tiempos y no son sostenibles sólo desde una política mercantilística.”
“Internet crea una falsa sensación de horizontalidad. Lo cierto es que los flujos de circulación de internet son claramente asimétricos en el planeta y también, en Argentina, entre el AMBA y el resto del territorio del país. Además se concentra en pocos operadores que utilizan los datos personales para construir ciertos discursos, escenarios de opinión y campañas. Hay que perder menos el tiempo en entrar en la provocación. Hay que tener una agenda más de fondo, con cuestiones a mediano plazo. Por ejemplo, el posicionamiento de la ciencia y la tecnología, denostada y descalificada por el gobierno anterior, pero que sin embargo, a fuerza de mantener la agenda va ganando esta pelea. Creo que vienen debates sobre el empleo, sobre un sistema impositivo que se oriente a favor de la producción, y todos los temas que tienen que ver con las desigualdades estructurales que tiene la Argentina. Otro valor que queda como fortaleza de esta etapa es el carácter solidario de nuestro pueblo y la cultura de organización comunitaria que se ha puesto a prueba con todo esto”, destaca.
“Me parece que también en todo eso, los medios universitarios como los de la UNAJ y como tantos, tienen un rol muy importante a desarrollar. Hay que construir credibilidad y potencia en la comunicación. Por eso las peleas por el reconocimiento de que los medios universitarios y locales deben ser distribuidos por los cableros regionales, que las potencias de las radios municipales y universitarias tienen que ser suficientes para alcanzar a cubrir a sus comunidades. Hay mucho trabajo por delante y es central evitar perder el tiempo con estas provocaciones que en muchos casos están quedando como expresiones muy poco representativas de lo que alguna vez fueron grandes medios de comunicación y hoy son usinas de operaciones políticas”, concluye Lázzaro.