Hablamos con Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires, sobre la situación que viven los adultos mayores alojados en residencias por el contexto de la pandemia.
“Un tercio de los fallecidos en el AMBA son fallecidos en internación geriátrica, lamentablemente es una cifra explicativa en sí misma. La pandemia ha desnudado las grandes debilidades en términos de cobertura sociosanitaria que tiene Argentina. En internación geriátrica hay 150 mil camas, en 3800 lugares habilitados, pero tenemos más de mil que son clandestinos. Los habilitados son verdaderas bombas de tiempo que van estallando en distintos momentos y los clandestinos son minas subterráneas: no sabemos dónde están, cuando nos enteramos ocurrió una tragedia. En los habilitados hubo protocolos que fuimos ampliando conforme se fue sabiendo del virus. Lo más importante de la actividad geriátrica es el recurso humano: es heroico: sacrificado, feminizado, el 90% son mujeres heroicas, no consideradas por el sistema como trabajadoras de salud, una actividad muy dura, hay mucho compromiso desde lo corporal a lo afectivo, los bajísimos sueldos hace que tengan que trabajan en muchos lugares. Muchas que trabajan en CABA tienen largos viajes, doble riesgo: uno en el transporte, en esos doble o triple trabajos, transportar el virus, o que se lleven el virus a su comunidad y afecten a sus barrios o comunidades que también son pobres. Los dueños de los geriátricos trabajan siempre con lo mínimo e indispensable siempre, desde el principio de la cuarentena tuvieron que licenciar a los del grupo de riesgo, y el mismo 2 de marzo se blindaron y no pudo entrar más la familia. En muchos casos el familiar actuaba como rueda de auxilio del personal. Todos lo días tenemos dos o tres geriátricos de CABA o conurbano que tiene cantidad de infectados, se debilita la atención y los controles que fijaban los protocolos iniciales, ya sabemos que no son válidos, no son suficientes. Cuando apareció el síntoma ya circuló el virus”.